10 de octubre de 2007

Pirámides, mapas estelares y la Atlántida (1 de 3)


El investigador chileno Jaime Manuschevich comparte con nosotros un interesante documento relacionado a los descubrimientos de los misterios de las pirámides de Egipto, mapas del cosmos y la leyenda de la Atlántida. Este es el primero de una serie de tres artículos que publicaremos esta semana.

El estado del debate

En el mundo occidental, el debate sobre el origen, forma de construcción y función de las grandes pirámides de Egipto sigue estando tan inmaduro o en verde como cuando comenzó hace más de 2500 años, a raíz de los relatos de Heródoto de Helicarnaso, el padre de la historia. Desde los inicios de la egiptología moderna, por llamarla de alguna manera, en el siglo XVIII, se ha mantenido entre los egiptólogos las ideas originales de historiador griego, basados en las creencias egipcias, que habían vivido varios y profundos períodos de oscurantismos, sin pasar por un sistema científico de verificación.

Durante los últimos 200 años se ha sostenido la egiptología clásica que estas megas construcciones fueron levantadas en periodos breves de tiempo –no mas allá de un par de décadas- con el objeto de servir de tumba a tres faraones egipcios: Keops, Kefren y Micerino, padre, hijo y nieto respectivamente, integrantes de la IV Dinastía, aunque jamás se haya encontrado ni la más mínima prueba o evidencia arqueológica que ratifique que fueron tumbas, ni se haya demostrado hasta hoy de una forma confiable como fueron construidas y en cuanto tiempo fueron movidos millones de toneladas de roca para su edificación. Sobre estos temas hay cientos de hipótesis y tal vez varios miles de libros.

Sin embargo, mucha agua ha corrido bajo los puentes de la Egiptología. Después de grandes debates, al fin ha comenzado a variar a lo menos el arcaico e inconsistente enfoque de que estas gigantescas obras de ingeniería eran inocuas tumbas de reyes o faraones, impulsados por la megalomanía o la fe. Hoy se comienza a aceptar que las grandes pirámides, así como varios de antiguos monumentos egipcios, tales como Dendera y otros templos, están asociados al cielo, a la astronomía, representando posiciones de estrellas y no simples tumbas repartidas al azar, como se sostenía categórica y fehacientemente, quizás hasta altaneramente, hasta hace unos pocos años atrás.

La observación clave de Bauval

Robert Bauval, ingeniero nacido en Egipto en 1948, desde 1982, ha estado investigando el conocimiento estelar y astronómico de los antiguos constructores de pirámides egipcios, elaborando la ya mundialmente famosa teoría de la correlación entre Orión y Gizeh y generando una airada polémica al fechar el origen de la Esfinge hacia el 10.000 a.C. Su nueva teoría para entender las grandes pirámides puso de cabeza la Egiptología clásica y ha causado la irritación de muchos. Pero al final, como en la ciencia lo que importa son las pruebas, que en este caso son tremendamente contundentes a favor de Bauval, ya pocos se atreven a negar el estrecho vínculo entre las Pirámides y el Cinturón de Orión, estrellas que eran vistas como el cetro de Osiris en el antiguo mundo egipcio.

La primera parte del descubrimiento de Robert Bauval se originó en una visita del Museo Egipcio de El Cairo, donde vio una gran fotografía aérea que mostraba los vértices de las tres pirámides de la meseta de Gizeh, percibiendo que las tres enormes construcciones no estaban perfectamente alineadas, sino que la más pequeña de todas, la que pertenecía al faraón Micerinos, se desviaba de la diagonal que unía a sus dos pirámides mayores. “El desvío se notaba tanto como un cuadro torcido en una pared”, comentó el propio Bauval más tarde. Esta singular observación cambiaría radicalmente la vida del ingeniero, ya que poco después, el año 1983, mientras trabajaba en Arabia Saudí, completó su descubrimiento.

En una noche de verano, mirando al cielo, Bauval observó que la estructura que poseían las tres estrellas que componen el cinturón de la constelación de Orión, era idéntica a la configuración de las tres pirámides de la meseta de Gizeh que había observado, incluida la pequeña desviación de la más pequeña. Para encuadrar perfectamente las posiciones de las construcciones terrestres con las estrellas de Orión, Bauval invirtió la polaridad Norte-Sur de un mapa convencional moderno, colocando el Sur al Norte y viceversa. Su inmediata hipótesis fue la posibilidad de que estas estructuras estuviesen hechas con el objeto de representar estas estrellas, naciendo así la teoría de la conexión de Orión.

(Continuará)

2 comentarios:

  1. qué buen asrtículo, quiero leer la segunda parte ya mismo!

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  2. Enhorabuena por esta web tan chula.
    A mi todo lo que sea misterios es mi mundo.
    Un saludo

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