15 de octubre de 2007

Pirámides, mapas estelares y la Atlántida (Parte 3 de 3)

Esta es la tercera parte del interesante artículo del investigador chileno Jaime Manuschevich sobre las pirámides de Egipto, su relación con la constelación de Orión y la Atlántida.

Las preguntas que nacen de la nueva teoría

Sin duda Robert Bauval ha hecho un gigantesco aporte al estudio y compresión del mundo antiguo, pero como todo en la ciencia, sus descubrimientos han abierto nuevas interrogantes.

Hoy es bien sabido que prácticamente todas las culturas antiguas erigieron imponentes estructuras con fines rituales y astronómicos, y la orientación y ubicación de estas construcciones se basaba casi siempre, en objetos o acontecimientos astronómicos importantes, como las posiciones de brillantes estrellas, los planetas, los puntos del horizonte por donde se veía la salida y puesta de la Luna y el Sol, y los solsticios y equinoccios.

Esta constatación nos abre otras gigantescas interrogantes que son imposibles de pasar por alto y que cuestionan seriamente la interpretación que tenemos de la historia de la civilización.

¿Por qué la Avenida de lo Muertos de Teotihuacan coincide con la dirección de la Vía Láctea y con el curso del Nilo? ¿Es la situación de las Pirámides egipcias de Gizeh, con respecto a la de dicho río, un reflejo exacto de la que ocupa la constelación de Orión con respecto a la Vía Láctea? ¿A qué se deben estas asombrosas coincidencias? ¿Con que intención, y a través de qué ignorados conocimientos matemáticos, contemplaban los antiguos las estrellas? ¿Por qué mayas, aztecas, egipcios y otros pueblos de la antigüedad situaron algunas de sus construcciones más relevantes de forma que coincidieran con determinados mapas del cielo?

Siguen existiendo otro sinfín de preguntas sin respuestas claras ¿De dónde y quiénes salió toda esta compleja información? ¿Quién la conservó? ¿Por qué Egipto apareció de pronto como una civilización con información astronómica tan completa? ¿Por qué son o eran tan importantes los mapas estelares? ¿Por qué estos mapas estelares lo usan todos los pueblos antiguos? Y la pregunta final y esencial: ¿Hay una raíz común?

La Atlántida: el nuevo paso lógico en la investigación

Cada una esas interrogantes las he trabajado ya desde hace varios años y la respuesta que formulé es clara: todos estos datos constituyen una prueba consistente de la existencia previa de una civilización y estos nos señalan en la dirección de la mítica Atlántida. Con este cúmulo de estas nuevas evidencias, Atlantis ya no es una entelequia absurda y abstracta, sino que claramente se muestra como una civilización basal que existió en un periodo anterior a todas las clásicas que conocemos y que alcanzó alto nivel de un conocimiento astronómico, que posteriormente se difundió entre sus herederas.

Quizás como el más definido dato en este marasmo de información nueva aún sin procesar, es la fecha en el cielo que fijan las pirámides -el 10500-, que claramente nos pone en la era de la isla mitológica. Al parecer, es evidente que estos gigantescos monolitos no fueron construidos en aquella fecha, pero ellos marcan un hito tan importante en la historia de aquel período que su información se conservó por varios milenios y ameritó que los hombres hicieran unos gigantes esfuerzos por conservar la fecha en piedra para la posterioridad. El astrónomo y catedrático en la Universidad de Cardiff, Chandra Wrickamasinghe, que ha hecho contribuciones importantes en el campo de la física de las partículas de polvo interestelar, señaló hace un tiempo atrás que “las pirámides son tan impresionantes porque debieron obedecer a un gran fenómeno cósmico”.

Desde hace varias décadas, cada vez son más los investigadores y científicos que están llegando a esta misma conclusión, más allá del desprestigio y crítica del tradicionalismo a sus teorías. Charles Hutchins Hapgood, un reconocido científico, hace ya casi cinco décadas después de muchos estudios, concluyó que así fue. Lo mismo sostiene el geólogo Robert Schoch, que estableció en 1992 ante la Sociedad de Geología de América que la Esfinge es mucho mas antigua que lo que se cree. Graham Hancock sostiene lo mismo a raíz de sus propios trabajos.

La antigua astronomía apunta a un sitio: el Medio Oriente

Según Williams Sullivan, especialista en paleoastronomía y mito antiguos, en su libro “El Secreto de los Incas”, (1999, Grijalbo, páginas 130, 131) señala que toda la información astronómica antigua tiene una raíz común, que reafirma de forma tan categórica como el tema agrícola o genético, la existencia de una civilización matriz. Para no exponer largos textos completos, solo citaré algunas conclusiones más claras y categóricas:

“Y no nos equivoquemos, aquí nos encontramos con un “metalenguaje” que puede manejarse en diferentes ecosistemas y latitudes (…) Desde las pirámides escalonadas de Babilonia hasta la de Palenque y desde el zodiaco de Dendera hasta la Llama Celeste, se encuentran pruebas de la existencia no un débil conjunto de “creencias” sobre el más allá, sino un lenguaje ubicuo y muy estructurado que refleja una penetrante comprensión de la mecánica celeste, con el objeto de sondear, investigar, conocer el destino último del hombre. Las mejores mentes y haciendas del mundo arcaico se dedicaron se dedicaron a este propósito”.

Mircea Eliade, un reconocido y prestigioso historiador de las religiones, ya fallecido, señala que “la creencia en la posibilidad de una comunicación directa con el cielo”, fue el resultado de una influencia directa, más que algún mecanismo psíquico que implicara ideas “universales” o “naturales”. Entre esta influencia debemos admitir la influencia del Medio Oriente. Los investigadores Santillana y Dechend dejan clara una opinión similar, afirmando que de una “antiquísima” fuente del Oriente Próximo es de donde proceden las nociones relativas a los tres dominios, los siete o nueve cielos, un “pilar del mundo”, etc.

La información es clara: existió una antigua civilización basal, que generó todos los conocimientos astronómicos antiguos y su foco fue el Medio Oriente, en un periodo previo a las civilizaciones reconocidas. Aquí nuevamente nos enfrentamos a las creencias de lo que es la historia humana, cargada de prejuicios, que aún tiene serias dificultades para enfrentar los hechos.

Pienso que toda la mitología inicial, que en muchos casos derivó en religión, fue creada para salvar la información científica, astronómica, climática e histórica del hombre después de la caída de Atlantis, a partir de los sobrevivientes y colonizadores que se repartieron por el mundo.

El mito es un metalenguaje de la ciencia antigua. Detrás de cada mito hay un trozo del conocimiento de la Atlántida.

Es nuestra tarea descifrarlo.

1 comentario:

  1. Gran artículo, señor Manuschevich, espero que siga publicando temas tan interesantes como éste de arqueología misteriosa y civilizaciones perdidas.

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