10 de septiembre de 2007

Los mil rostros del diablo


¿Quién es el diablo? No es una pregunta fácil de contestar si se toman en cuentan las muchas interpretaciones nacidas de la tradición rabínica, la mirada cristiana y las discusiones medievales. Pero, resumiendo la historia desde un punto de vista judeo-cristiano, todo comienza con Luzbel, el ángel más hermoso, perfecto y poderoso de todos los creados por Dios. Este ser, al verse tan maravilloso, pecó de soberbia y renegó de la gracia divina, arrastrando en su rebelión y caída a un tercio de los ángeles. Ahora, los teólogos no se ponen de acuerdo sobre la causa del alzamiento. Unos dicen que se negó a aceptar que Dios se encarnaría en un hombre, una criatura a todas luces imperfecta e inferior. Otros afirman que fue simplemente su deseo de reemplazar a Dios en el trono del cielo. Lo que está claro es que Lucifer, que así se llamó después de su derrota, tiene como meta la condenación de la humanidad para que todos lo adoren a él y no a Dios.

De Enoch al Nuevo Testamento
Esta leyenda simplifica un sinnúmero de referencias en las tradiciones escritas y orales de la religión judía. Dentro de éstas, destaca el libro apócrifo de Enoch, donde ya se menciona la idea de angeles caídos liderados por Azazel que se oponen a los designios de Dios e intervienen los destinos de los seres humanos, presentándose incluso como seres benéficos.

Sin embargo, mayor claridad en la evolución del diablo la encontramos en los estudios del investigador bíblico Alfred Edersheim. Según este autor, en la religión judaica la figura que se convertirá en el diablo es Sammael, un angel que, dependiendo de la interpretación, podía estar al servicio de Dios o ser un verdadero rebelde. Y es que este ser era un “satán”, palabra hebrea que significa “adversario” y que se aplica a cualquiera que obre en contra de la voluntad de Dios. Así, este “satán” tenía como tarea buscar falencias en los humanos y por eso se le llama el enemigo de los hombres, el acusador o el seductor que pone a prueba la fe de los creyentes. Pero tampoco era el temible diablo que conocemos hoy.
Es en el Nuevo Testamento cuando este “satán” se convierte en el Satán y se personaliza como el enemigo de Dios y del hombre que simboliza todo lo maligno, como se ve claramente en el Apocalipsis de San Juan con la figura de la Bestia y la Serpiente original, que resultan muy cercanas a algunas ideas religiosas judías.

El diablo como crítica política-religiosa
¿Cómo se explica este cambio de percepción? Según algunos estudios de religiones, las referencias del Viejo Testamento aluden a diferencias religiosas entre las diversas sectas del judaísmo. Por ejemplo, en un momento, la figura del ángel acusador pudo representar una crítica a un sector más ortodoxo, o a un grupo disidente de la creencia oficial. Es decir, casi una especie de sátira político-religiosa de la época, tendencia que seguiría durante los primeros años del cristianismo (el mismo Apocalipsis es un buen ejemplo). El asunto es que estas versiones, paulatinamente, se fueron afirmando dentro de las doctrinas oficiales de las jerarquías eclesiásticas, y es así como con el paso del tiempo y basado en todas esas tradiciones, que Satán se convierte en el diablo que conocemos hoy.

El origen mesopotámico del demonio
Pero si buscamos más atrás, llegamos a Mesopotamia. Acá la creencia en demonios y espíritus malignos como Pazuzu, el diablo del desierto, era cosa asumida, lo cual claramente tuvo influencias en la cosmología judía. Luego surgió la idea de Ahriman, el dios del mal de los zoroastristas persas, lo cual ya personalizó un poco al jefe de los demonios. Más tarde, estas tradiciones se mezclaron con las concepciones griegas de los “daimones”, esos genios que influían en las decisiones de los hombres, colaborando con la idea moderna del Diablo que nos tienta.

El Anticristo
Ya se ha dicho que la tarea del Satán actual es condenar a la humanidad. Por eso se considera que su rol definitivo es el de Anticristo, es decir, aquel que se opone a la misión redentora de Cristo, el hijo de Dios. Y pasando por Nerón, Hitler, Bill Gates, Saddam, Bush, etc, la lista de candidatos a Anticristo siempre ha sido muy larga. Pero ¿qué sabemos realmente de él? Las primeras menciones a su llegada se remontan al libro del profeta Daniel, los Evangelios y el Apocalipsis de San Juan. Según esto, el Anticristo sería un hombre que, por obra de Satán, al final de los tiempos se pondrá en lugar de Cristo engañando a muchos. Y el número para identificarlo es el fatídico 666.

Ahora, ¿cómo hay que entender este número? Hay que tener en cuenta que tanto en griego como en hebreo, las letras tenían valores numéricos. Así, el 666 se traduce cómo “César-Nerón”, el emperador que quemó Roma y persiguió a los cristianos hace dos milenios. ¿Fue entonces Nerón el Anticristo? Para muchos, quizás fue un anticristo, no “el” Anticristo del final de los tiempos. Este, dependiendo de la versión, sería un gobernante europeo, un líder religioso, un Papa traidor, un guerrero militar, etcétera. Como decíamos al principio, interpretaciones hay para todos los gustos.

4 comentarios:

  1. un dato divertido respecto al número de la bestia es ese relacionado con el código de barras.
    El código base es 666, lo que inquieta si revisas el Apocalipsis donde dice que nadie podrá comprar sin tener el número en la mano...brrrr

    (si miras un código de barras te fijarás en que hay tres barras, al centro y a los extremos, que se repiten, corresponden las tres al número 6)

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  2. mister baradit, no quisiera postear acá de vez en cuando? su aporte sería muy bienvenido dentro de la paranormal comunidad de fans de lo extraño.

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  3. jo, jo, jo...sería un honor!
    Mándame una invitación desde tu blogger como colaborador.

    saludos!

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  4. ya, pero no tengo tu mail.

    si quieres, mandamelo al correo de mundoapocrifo@gmail.com y te mando la invitacion.

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